jueves, 31 de marzo de 2011

Dejar

Sacudían sus aguas como el ligero perdíz.
Cuando los pajaros de telgopor te vieron sin pupilas,
el brillo de la mañana violeta, les quebró sus alas.
Intoxicando de plumas su materia gris.

Viajé en los lagos de mercurio y nada había ahí
más que mil caretas de agradable sabor
y el Sol ahogado de estúpida razón.
Los cuerpos se reían entre sí y yo
me miraba los dedos de cartón.
Aún así intenté saltar.

Y recuerdo la infancia de color,
el peso del mundo,
los corales en tu pelo,
el amor sin sentido y
algunas promesas perdidas en algodón.

Me encontré con la muchachita en el enchufe de cristal
y le regalé mi vergüenza y ni un poco de mar.
Fuí un travesti caminando, con las luces en la espalda.
Reencontraba al anciano y sus mensajes, bajo sus uñas,
latían como el pensamiento de nuestras lunas.

Dejé lo que me faltaba en lo que no era necesario.
Nos convertimos en plegarias sueltas en el viento.
Y me llamas, me llamas atravez de estaciones.
La música que retumba en los cajones de tu sien.
Siempre el último fósforo, siempre sin poder prender.

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